jueves, 8 de mayo de 2008

¿Podemos cambiar el mundo? (Parte 1)


El ideal de cambiar el mundo puede parecer ilusorio y utópico. Si le decimos a alguien que queremos cambiar el mundo posiblemente piense que estemos locos de remate, y nos tilde despectivamente de “idealistas”, pero lo que no se tiene en cuenta es que nosotros sabemos muy bien que nos es imposible cambiar “todo” el mundo, pero creemos que se puede cambiar gran parte de él con simplemente el compromiso de tuyo y mió. Pero... ¿Por qué cambiar el mundo? La respuesta la encontraremos si observamos un poco los noticieros, escuchamos la radio o leemos el diario...
Habitamos un mundo reinado por el individualismo que pondera los intereses particulares en menester del bien común; un mundo donde gobierna la ignorancia que cree que ser feliz es obtener placer; un mundo en el cual la pobreza, la marginalidad y la injusticia son moneda corriente; un mundo que cree que el orgullo; el odio, el poder y la venganza son valores; un mundo donde la gente honrada y honesta es considerada tonta; un mundo donde la desesperanza y la falta de paz son frustraciones universales, un mundo donde las familias se encuentra desmembradas y los hogares son simplemente lugares donde se come y se duerme; un mundo completamente teledirigido por los medios de comunicación y la prensa; un mundo que cree que la imagen y la estética son más importantes que el interior de las personas; un mundo donde el consumo y el comercio incluye al mismo hombre; un mundo que se proclama creyente pero prescinde de Dios; un mundo donde la dignidad por la vida humana brilla por su ausencia...

Y... ¿Qué es lo que hay que cambiar? En verdad son muchas cosas las que hay que cambiar y algunas de ellas las escuchamos constantemente en campañas y discursos políticos; sin embargo todo lo que hay que se resume en algo o mejor dicho en “alguien”: “el hombre”. No es nada nuevo saber que los que gobiernan el mundo son seres humanos, por lo tanto somos nosotros los principales responsables (cuando digo “responsables” me pongo en primer lugar). Con esto queremos decir que la crisis es interna. El problema se encuentra en el hombre, y mejor dicho, en su conciencia. Si vamos al fondo de la cuestión veremos que todo los problemas tienen su raíz en una crisis moral: la pobreza en el mundo es consecuencia del egoísmo del hombre, la basura en la ciudad es producida por aquellos que tiran los residuos en la vía publica, las injusticias son muchas veces producto de alguien que soborna y otro que recibe el soborno, las drogas no existirían si no hubiera alguien que las vende y otro que las compra. Así, todo lo malo en el mundo sea macro como una guerra o micro como la pelea con el vecino, termina siendo un problema moral... Ahora que encontramos la raíz de gran parte de los problemas del hombre, nos preguntamos... ¿Cómo solucionar la crisis moral que vive la humanidad? Algunos pensarán: con “educación”, y tienen razón. Pero hoy en día el sistema escolar simplemente brinda “saberes”, no forma en valores, da contenidos pero no enseña a razonar; por otro lado la familia que debería ser la primera en sembrar valores, también está en crisis. Es por eso que los jóvenes, y también muchos adultos, terminan teniendo una personalidad que responde a la simple consecuencia de una cultura dirigida por los medios masivos de comunicación... Pero ¿es esto seguro? ¿Qué riesgos tiene fundar nuestros valores en la cultura? ¿Qué le espera a una sociedad que lo hace? Si pensáramos, nos daríamos cuenta que las culturas van cambiando constantemente, por lo tanto si nuestra forma de ser responde al “como son todos en la sociedad” nunca tendremos una moral fuerte. Por eso debemos buscar fundar nuestros valores y nuestra conciencia en un principio trascendente, con el cual busquemos la verdad, la única verdad, la que es inmutable, la que nos hace libres porque trasciende la cultura. Este principio es la razón.

Parecería que nos vamos acercando al motivo principal de la crisis moral, es decir, la ignorancia. Cuando hablamos de ignorancia, no nos referimos a la falta de “saberes”, como conocer un idioma o la capital de un país, sino más bien hacemos referencia a la ausencia de las herramientas cognoscitivas necesarias para procurar tener un ojo crítico y poder realizar razonamientos correctos. Poder razonar acertadamente es tener la capacidad de ser objetivo y subjetivo donde sea correspondiente, de dejar las emociones a un lado a la hora de emitir un juicio, de encontrar falacias en los razonamientos generalizados del mundo, de buscar la verdad mas allá de nuestras ideas, de diferenciar la superficial diversión de la profunda felicidad, de marcar un horizonte para nuestra vida, de encontrar el sentido ultimo de la existencia, de evaluar nuestras actitudes diarias, de crecer y generar convicciones independientes de los pensamientos sociales. En síntesis, la persona pensante de la que hablamos debe tener entre sus verbos preferidos, “buscar”, “cambiar”, “crecer”, “creer” y “crear”...

Pensarán que ésta es la explicación de la raíz de todos los problemas y que ya sabemos la solución, es decir, “debemos fomentar al hombre pensante”, pero no es tan sencillo: porque la crisis humana de la que hablamos es muy fuerte y se encuentra masificada por los medios de comunicación. La ignorancia en el hombre ha calado tan hondo que ha formando lo que nosotros denominamos “la crisis motivacional”. Pasamos a explicarlo, ante la crisis intelectual, las personas no encuentran razones válidas por las cuales hacer las cosas, pero como igualmente seguimos respirando, todo desemboca en un motivo: “las ganas”. Este criterio no es malo, si se aplica donde corresponde, por ejemplo, si me quiero comer un helado y me dan ganas de elegir chocolate en lugar de vainilla, es completamente lícito que las ganas dirijan mi acción. Pero no lo sería si debo elegir tal o cual gusto por salud o por un régimen alimentario, porque en este caso hay razones mucho más valiosas que las ganas. El tema de “las ganas” se ve completamente contaminado por la ignorancia e incapacidad intelectual que hace que al no encontrar razones para actuar en las cosas de todos los días, terminamos actuando siempre y simplemente por las “ganas”. El joven estudia si tiene ganas, ayuda al prójimo porque le da lástima y tiene ganas de ayudarlo, roba y se droga porque tiene ganas, es corrupto en el trabajo porque tiene ganas de tener un auto mas lindo, etcétera. En síntesis, “las ganas” deben actuar cuando no hay ninguna razón por delante de ellas, pero ante la mediocridad social al razonar, siempre están primero las ganas. Por lo tanto, ¿Cómo formar un ser pensante en una persona que no tiene ganas de serlo? ¿Cómo hacer madurar a una persona que no tiene ganas de madurar? ¿Cómo cambiar a alguien que no tienen ganas de cambiar? ¿Cómo lograr hacer razonar a alguien que no tiene ganas de hacerlo y carece de razones porque no sabe razonar? Esta es la crisis más profunda que se desprende de la intelectual y que hace que las cosas sean así porque la gente tiene ganas y punto.

Este es el momento de la reflexión donde nos preguntamos ¿Y qué hacemos para cambiarlo? ¿Se puede hacer algo? ¿Cómo lo hacemos?

Podemos cambiar el mundo (Parte 2)

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Estoy totalmente de acuerdo con este articulo. Uno hace lo que puede,es verdad que lo que hace uno solo no alcanza, pero de a uno se empieza.
Bueno nada más, espero que siguan escribiendo articulos porque me gustan leerlos, aparte siempre algo se aprende.
Suerte y besos..

anto :)

Marcos Emiliano Mesa dijo...

Hola, soy Marcos Emiliano Mesa, queria pedir ayuda ya que cree un blog para llevar el mensaje de Dios como hacen ustedes, por el medio masivo de la internet, viendo que es un medio tan utilizado hay que sacarle provecho.
Me gustaria que me ayude a difundir la pagina asi comienza a dar frutos, desde ya muchas gracias y cualquier cosa que necesite aviceme que mientras pueda estare.
saludos
Atte. Marcos Emiliano Mesa

florens dijo...

muy buena pag..
la verdad yo siempre tyengo la ilusion de poder cambiar algoy de ahcerme escuchar..
sigan difundiendo la pag!

suerte--